
Me regalé huir de ti
Que vengan por fin a rescatarte no me alegra especialmente aunque ya parezca justo. He deseado tu angustia todos estos años sabiéndote sumergido en la soledad, sin poder ejercer tu disfrazado encanto que seduce haciendo daño. Desde hace treinta años, cuando me regalé huir de tí un día de mi cumpleaños, reinicié un camino lleno de señales, recuperé a seres queridos que supieron perdonarme, ayudarme y reconocerme. Me convertí en mi propia capitana explorando desde entonces cada día, el amor que está siempre frente a nosotros. Soy feliz. Se me da bien querer en el olvido, por eso te perdono.

Así te vemos
Mientras chirrían tus costuras de bronce marcando cada día más tu desconsolado rostro, no dejo de preguntarme el porqué de ese enfado permanente que llevas adherido como costra en la piel, solo porque se fue hace diez años a respirar lejos de ti. Ella te recuerda con la melancolía de la plenitud que ideo a tu lado y no consiguió. Tus impedimentos, tus pegas a todo arrastrando las piernas que sostienen tu viril cuerpo. Curiosamente todos te pensamos igual, con ese lenguaje tan tuyo sin palabras, donde narras tu historia en ese continuo absurdo de echarle un pulso a la vida y que siempre pierdes.

Mi reconocido esfuerzo
Giro sobre mis tacones y me alejo sabiendo de su acosadora mirada sobre mis caderas. Esta vez no importa porque será la última. Quiero correr al ritmo de mi palpitante corazón pero me contengo, me agradezco mil veces el esfuerzo de aquellas horas dedicadas al proyecto, cuando él creía haber engañado al jefe. Esta vez he ganado, me he adelantado sacando sola el trabajo mientras él como siempre, una vez más pretendía hacer suyos mis esfuerzos. Le han pillado. Mañana no podrá sonreír al encontrar la carta de despido en su mesa.

Cita a ciegas
Después de varios días charlando por el wasap era hora que decidiéramos vernos y aunque ya estaba algo desencantada de solo escucharlo, acepté la invitación. A estas alturas me parecía un tipo arrogante, histriónico de personalidad, de esos que se creen el centro del universo. No obstante pensé darnos una oportunidad. Al preguntarle ¿cómo nos reconoceríamos? Me respondió: “cuando llegues a la Cala del Moral camina y conocerás el camino que te lleva a mí” Esto era ya lo último que me quedaba por escuchar. Así que decidí de inmediato, no acudir a la cita. Es demasiado corto y efímero nuestro andar por la vida para perder el tiempo.