
NECESITO REGRESAR
Aquella mañana desperté con la agradable sensación de haber descansado, repasé mentalmente mi agenda: visita al dentista, un par de gestiones de trabajo y poco más. Me di la vuelta en la cama y miré hacia la ventana que me pareció diferente. Me sorprendí al ver que aquel cristal era muy grueso y opaco, como sucio que estaba casi oculto tras una majestuosa cortina de brocado color oro. Creí estar soñando así que cerré los ojos, dejé pasar un tiempo antes de volver a mirar y comprobar que seguía viendo lo mismo. El gran desconcierto me obligó a incorporarme y asustada comencé a repasar con la mirada mí alrededor. Comprendí que en mi habitación todo era diferente. Todo me resultaba desconocido.
Mientras yo dormía alguien había convertido aquello en un sitio exageradamente ornamentado, confortable y con una decoración muy elegante. La ostentosa cama estaba sobre un alto estrado con un enorme cabecero de columnas. A los pies un baúl sobre el suelo de baldosas. Recordé mi piso de parqué. También me resultaban novedoso aquellos monumentales muebles oscuros, un escritorio y hasta un pequeño altar con reclinatorio incluido. Por todas partes había estuches, adornos, piezas diferentes de cerámica y plata. Todo me era ajeno y nada tenía que ver conmigo. Aquella estancia con su decoración contaba una historia que no era la mía.
Sentí un ligero toque en la puerta y entraron dos mujeres jóvenes, uniformadas de servicio como en las películas antiguas, con bandeja y palangana. Se me acercaron con una sonrisa dándome los buenos días llamándome “señorita”. Se dispusieron a lavarme extrañándose mucho de mi camiseta con dibujos y mini bragas preguntándose entre ellas ¿Quién me había vestido la noche anterior? Para entonces ya estaba asustada, no creía lo que me estaba sucediendo y me dejaba hacer sin decir palabra. Me vistieron con destreza con un traje que llamaron “de primavera” refiriéndose a mi paseo matinal por los jardines y prontamente dispusieron la bandeja con el desayuno en una mediana mesa camilla y salieron con discreción.
Ya me podía demasiado la intriga, la inquietud y hasta el miedo que me hizo correr hacia la ventana buscando alguna pista que me indicara qué sucedía. Enfrente había un quiosco descolorido que solo mostraban unos periódicos que me parecían antiguos. No apreciaba desde allí ninguna revista de esas tan coloridas que llenan los estancos para la venta. Veía algunas señoras vestidas de forma tan ridícula como me veía a mí misma en ese momento y señores con trajes color oscuro, algunos con bastón y todos con sombrero.
Entonces ya muy alarmada miré a todas partes buscando el móvil, corrí a la mesa camilla y lo vi, al lado de la bandeja junto al desayuno: “LA ESPERANZA” periódico de la mañana político, religioso, literario e industrial. Martes 7 de mayo de 1844. ¡Oh! De tanto desearlo comprendí que me había tele transportado al pasado. Y ahora ¿Cómo regreso?